"el Davis - Encuentros"
Camina a paso lento por los pasillos del castillo, a través de las sombras ondeantes que se esconden de las antorchas...
Su mirada le guía por los corredores en penumbra pero sus párpados poco a poco, van cediendo al inevitable yugo del sueño... y, sin saber cómo, se encuentra en la sala de armas...
Allá tiene ante ella una estancia plagada de recuerdos, y, sin darse cuenta, se encuentra viajando a través de ellos...
Le tiene ante sí, a orillas de un lago escondido en el interior de un denso bosque de hayas. Comienza el otoño y los colores se pasean de árbol en árbol, en una danza mágica que los viste de amarillos y verdes, de marrones y rojos... de naranjas, una representación que acompaña a esa suave brisa que les acaricia las caras... dándole al lugar un ambiente fascinante, y en el que todo parece posible.
Camina a paso lento por los pasillos del castillo, a través de las sombras ondeantes que se esconden de las antorchas...
Su mirada le guía por los corredores en penumbra pero sus párpados poco a poco, van cediendo al inevitable yugo del sueño... y, sin saber cómo, se encuentra en la sala de armas...
Allá tiene ante ella una estancia plagada de recuerdos, y, sin darse cuenta, se encuentra viajando a través de ellos...
Le tiene ante sí, a orillas de un lago escondido en el interior de un denso bosque de hayas. Comienza el otoño y los colores se pasean de árbol en árbol, en una danza mágica que los viste de amarillos y verdes, de marrones y rojos... de naranjas, una representación que acompaña a esa suave brisa que les acaricia las caras... dándole al lugar un ambiente fascinante, y en el que todo parece posible.
Se tumban en la hierba de la orilla. Ella apoya la cabeza en su pecho mientras él le acaricia.
Sus manos son grandes pero suaves y le recorren el rostro con una delicadeza que le cautiva... recorren su cuello y su barbilla hasta llegar a los labios, que los rodea para seguir subiendo hasta los ojos... viajan por sus párpados y sus cejas para acabar de nuevo en la boca...
Ella siente un escalofrío que le cruza la espalda hacia arriba hasta llegar a la nuca, que es donde ahora pasean los dedos de su amado.
El sol les observa a través de las copas de los árboles como intentando no romper ese momento con su presencia, escondiéndose poco a poco a través del follaje...
Fue su primer encuentro a solas y en el que se descubrieron el uno al otro...
Le alegra comprobar que sus recuerdos todavía son capaces de sentir esos dedos fuertes en contacto con su piel...
Ya de regreso continua hasta su alcoba. Se acuesta junto a él intentando no despertarle. Él está allí, dormido y con el rostro ya gastado por los años... le acaricia el cuello y le besa la frente... recordando todos esos años que han pasado juntos, en los que no ha faltado uno solo en el que no se tumbaran en aquel lugar especial y se acariciasen, se abrazasen... se amasen...
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