"Rene Aubry - La Grande Cascade"
Tengo prisa pero no sé por qué. Quiero llegar rápido a mi destino y aislarme en mis quehaceres. Por suerte está bien cerca el mercado uno de mi cuarto. Pregunto en los puestos por un mosquitero y lo encuentro rápido... 18 soles...
Vuelvo a mi cuarto y leo... leer me evade de estar acá... me cae bien Miguel... quiere encontrar su sitio, pero no sabe ni hacia adonde se dirige.
Me doy una vuelta por el puerto bajo la atenta y penetrante mirada de las gentes, que te ofertan helados y cigarrillos. Hace un calor pegajoso y húmedo... como ayer... como mañana...
En la esquina de mi calle se reúnen a diario tres o cuatro perros... hay una hembra blanca que parece que nunca más podrá tener cachorros, y un macho al que le falta medio hocico, supongo que alguien simplemente se lo quitó de un machetazo, pero acá la vida se esfuerza en salir adelante... todo el día paran rascándose en uno y otro sitio.
Almuerzo a menudo en un restaurante chifa en el que ya me conocen. Siempre me dan un caramelo con el cambio en el que no se puede determinar dónde acaba el papel y donde empieza lo comestible... son buena gente...
En la juguería en la que desayuno he descubierto que hay una sala más allá del patio interior por si se les llenan las mesas... pero se desayuna rápido, jugo y pan con carne... y tras la yapa continuas tu camino.
Entro en internet a diario... todos los días... varias horas. Es un puente a mi realidad... a mi otra realidad... y no me quiero desligar de ella.
Siempre tengo cosas que hacer en la computadora... si no es en el blog es pasando algún relato, o eligiendo música... y también hay tiempo para hablar, aunque a veces no apetece ni eso. Hay días que preferirías pasar inadvertido, como cuando estás “no conectado” en el Messenger... viendo entrar y salir contactos de la lista sin que reparen en ti aparentemente... así me gustaría pasear por las calles de esta ciudad, sin que reparen en mi... y abrir tranquilamente la puerta de tu departamento para ir a dormir hasta el día siguiente...
Ahora tengo un amigo con el que hablo a diario. Él trabaja, pero todas las tardes se acerca a mi calle y nos pasamos las horas charlando sentados en su mototaxi hablando de muchas cosas... de la vaca, de la música, de los problemas, de chicas... cada uno con sus quebraderos sentimentales...
Con el paso de los días se te van ocurriendo cosas que hacer, para lo que tienes que investigar sitios nuevos y preguntar a la gente por tal cosa o por esta otra... y los días siguen pasando...
Un día te cruzas con la dueña del chifa y te saluda... también saludas al vendedor de telas que te vendió la guitarra... y a la del puesto de prensa... y, te das cuenta que, poco a poco, vas formando parte de la calle en la que vives...
Tengo prisa pero no sé por qué. Quiero llegar rápido a mi destino y aislarme en mis quehaceres. Por suerte está bien cerca el mercado uno de mi cuarto. Pregunto en los puestos por un mosquitero y lo encuentro rápido... 18 soles...
Vuelvo a mi cuarto y leo... leer me evade de estar acá... me cae bien Miguel... quiere encontrar su sitio, pero no sabe ni hacia adonde se dirige.
Me doy una vuelta por el puerto bajo la atenta y penetrante mirada de las gentes, que te ofertan helados y cigarrillos. Hace un calor pegajoso y húmedo... como ayer... como mañana...
En la esquina de mi calle se reúnen a diario tres o cuatro perros... hay una hembra blanca que parece que nunca más podrá tener cachorros, y un macho al que le falta medio hocico, supongo que alguien simplemente se lo quitó de un machetazo, pero acá la vida se esfuerza en salir adelante... todo el día paran rascándose en uno y otro sitio.
Almuerzo a menudo en un restaurante chifa en el que ya me conocen. Siempre me dan un caramelo con el cambio en el que no se puede determinar dónde acaba el papel y donde empieza lo comestible... son buena gente...
En la juguería en la que desayuno he descubierto que hay una sala más allá del patio interior por si se les llenan las mesas... pero se desayuna rápido, jugo y pan con carne... y tras la yapa continuas tu camino.
Entro en internet a diario... todos los días... varias horas. Es un puente a mi realidad... a mi otra realidad... y no me quiero desligar de ella.
Siempre tengo cosas que hacer en la computadora... si no es en el blog es pasando algún relato, o eligiendo música... y también hay tiempo para hablar, aunque a veces no apetece ni eso. Hay días que preferirías pasar inadvertido, como cuando estás “no conectado” en el Messenger... viendo entrar y salir contactos de la lista sin que reparen en ti aparentemente... así me gustaría pasear por las calles de esta ciudad, sin que reparen en mi... y abrir tranquilamente la puerta de tu departamento para ir a dormir hasta el día siguiente...
Ahora tengo un amigo con el que hablo a diario. Él trabaja, pero todas las tardes se acerca a mi calle y nos pasamos las horas charlando sentados en su mototaxi hablando de muchas cosas... de la vaca, de la música, de los problemas, de chicas... cada uno con sus quebraderos sentimentales...
Con el paso de los días se te van ocurriendo cosas que hacer, para lo que tienes que investigar sitios nuevos y preguntar a la gente por tal cosa o por esta otra... y los días siguen pasando...
Un día te cruzas con la dueña del chifa y te saluda... también saludas al vendedor de telas que te vendió la guitarra... y a la del puesto de prensa... y, te das cuenta que, poco a poco, vas formando parte de la calle en la que vives...
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