martes, 14 de abril de 2015

Las Ciento Veinte


Adelle - Hometown Glory



Huele a verde y se respira vida. Me duelen manos y brazos y mis piernas piden descanso a la vez que irradian felicidad.
Hay un pequeño ser que me vigila desde lejos, desde el árbol madre.

Abro los ojos para verlo todo.
Veo delicadas ramas que sujetan fuertemente el bosque y unos pies leñosos que abrazan más pies leñosos. Pliegues firmes que se deslizan arriba y abajo buscando sostén y murciélagos que conviven con moscas de otro mundo.

Pequeños espacios azules entre las copas de los imponentes árboles se cubren por las nubes pasajeras que dejan caer la lluvia que lo cubre todo.
Las gotas empiezan a salpicar las hojas caídas con un agradable sonido musical. Verdes y marrones que cubren marrones y verdes y piedras y ramas, viejos habitantes que observan cómo resbala el agua por la madera reciclada por ejércitos de minadores.

Cierro los ojos y lo veo mejor.
Los charcos crecen en la tierra empapada dando lugar a pequeños cauces que buscan su camino serpenteando entre rocas y troncos.
Sigo el correr del agua por la selva hasta una arena blanca y amarilla, una arena que se sumerge a mis pies mostrando vida a su paso. Huellas recientes cruzan la quebrada unas tras otras dejando atrás frutos roídos.

Yazgo en el correr de la quebrada en contacto con el lecho blanco y amarillo y con el sonido del agua atravesando mis oídos detecto leves movimientos que me ciegan los sentidos.
Las sombras arropan cada vez más el claro de la quebrada dejando paso a una luna tímida en crecimiento.

Abro de nuevo los ojos para ver unas luces que revolotean a lo largo de mi camino, rojas, blancas...
Cierro los ojos y lo veo todo... cierro los ojos y lo vivo todo... 



 Dedicado a Will, Flor y Amado, mis compañeros de viaje...